Montefrío, el horizonte como límite

«Dije: ¿Y de Íllora y Montefrío?. Contestó: “Un pueblo apoyado [en el otro], codo con codo, como compañeros bien avenidos. Es manantial de excelente trigo y de rica caza. Ambos pueblos están reclinados en onduladas laderas, por lo que unas viviendas ocupan las alturas y otras la parte inferior. Abunda todo género de animales. Es grato vivirlos si el enemigo no ataca sus fortalezas”».

Ibn al-Jatib, Mi‘yár al-ijtfyár. Hacia 1390.[1]

 

[1] IBN Al-JAṬĪB: Mi’yar al jhitar fi dilr al-ma’ahid wa-l-diyar. Ed. y trad. de G. Chabanas. Rabat, 1977.

 

Montefrío, uno de los mayores atractivos en la Ruta de Washington Irving, aparece en el horizonte al cruzar un puerto de montaña de las cordilleras Béticas. Agarrado a una peña como un liquen, su configuración geográfica y el cambiante paisaje de su entorno nos previene de su historia arcana: los riscos y peñas, las vastas llanuras de vega, los collados y valles, que se alternan con arboledas y pinares, parecen explicar por qué fue elegido lugar de asentamiento desde los albores de la historia.

Los abundantes restos arqueológicos que existen en la zona dan fe de ello. A los poblamientos que hubo en la prehistoria, y en los periodos posteriores, se suman los habituales núcleos poblacionales de los puertos de montaña del preludio de al-Andalus.

El Peñón de los Gitanos documenta el vasto conjunto de poblamientos desde el neolítico a la época medieval.

El poblamiento tardoantiguo o altomedieval previo a la llegada de los árabes en la zona de Montefrío está constatado por una gran cantidad de necrópolis y poblados de altura no sólo en el término municipal, sino en las inmediaciones del antiguo castillo nazarí en la zona de la alcubilla, con la aparición de tumbas y restos de construcciones[2].

 

 

[2]  Rafael J. PEDREGOSA MEGÍAS: Montefrío en Época Nazarí. Proyecto de Investigación para la obtención del D.E.A. Máster Oficial “Arqueología y Territorio”. Universidad de Granada, 2010. Inédito. Ídem: Guía histórico-arqueológica del Castillo y atalayas de Montefrío (Granada). Sevilla, 2011, p. 90. Ídem: “La evolución de una villa nazarí de frontera: Montefrío. Antecedentes, configuración y transformación tras la conquista castellana”. Revista del CEHGR Nº 24, 2012, pp. 73-103.

Durante la Edad Media, a Montefrío le tocó casi siempre representar el papel de frontera que la historia le había asignado. Definida por su función geo-histórica, desde su castillo-fortaleza se han oteado las montañas y vías de acceso limítrofes con Granada en las épocas más revulsivas de su crónica. Su toponimia nos habla de sus distintas edades; en la época romana el castillo era conocido por Mons Frigidus, (Monte-Frío), y tras su islamización el enclave se denominó Hisn Montefrid. La hipótesis que apunta el arabista Seco de Lucena es la de origen árabe Muntfarid (Monte Único).

El origen del Montefrío nazarí se remonta a finales del siglo XI o principios del XII. Su principal medio de vida era la ganadería y una agricultura aún poco desarrollada que la población mozárabe había heredado de la época tardorromana.

Aunque su población se había ido islamizando paulatinamente durante los siglos IX y X, esta participó no obstante en las revueltas con los muladíes, sobre todo a mediados del siglo IX. Este fue el motivo por el que se decidió fortificar la entonces población.

Rafael G. Peinado Santaella, historiador de la universidad de Granada, experto en historia medieval, es natural de este magnífico enclave granadino. Con él vamos a rastrear su historia de la que, por densa, solo abordaremos algunos aspectos del periodo andalusí, y las vicisitudes por las que pasó la población tras la conquista del reino de Granada por los Reyes Católicos.

Vista parcial de la dehesa en el área de las Peñas de los Gitanos

“La pacificación que trajo consigo Abderrahmán III con el califato omeya, hizo que se abandonaran estos reductos defensivos de poblaciones en altura. Contamos con dos núcleos que han sido bien estudiados, como la Peña de los Gitanos y en sus cercanías El Castillón y el poblamiento ocasional de Los Castillejos. Los hallazgos producidos en esta área alcanzan la época nazarí, dónde se documenta cerámica medieval vidriada (Arribas Palau y Molina González 1979), e igualmente la presencia musulmana, documentada por una serie de fosas excavadas y por diversos artefactos cerámicos (Alfonso Marrero y Ramos Cordero 2002). La ausencia de signos de destrucción o incendio parece advertir que en El Castillón este proceso se condujo de manera gradual y pacífica, siendo también probable que sus habitantes se unieran a otras comunidades y que incluso la nueva formación poblacional quedara emplazada en el cerro de La Villa. La hipótesis crece al formular esta última idea, pero lo cierto es que, en los siglos posteriores, no se encuentran en Montefrío otros restos de construcciones árabes que los de La Villa, aunque su datación cronológica corresponda ya al período nazarí.”

Aunque el autor de Anales de Granada, (siglo XVII) Francisco Henríquez de la Jorquera nos relata acerca de su población que “Montefrío era en época nazarí una gran población de mahometanos valientes fronterizos”, según el historiador y arqueólogo Rafael J. Pedregosa Mejía: “la densidad de población de la villa era escasa, y lo que sí existía era un vasto conglomerado de alquerías como las existentes en las zonas de los cortijos de la Cruz, de Marcos, de los Moriscos, y de la Torre de Nunes y la que había donde actualmente se asienta Villanueva de Mesía. Igualmente, parece ser que una de estas alquerías se hallaba dentro del perímetro amurallado del castillo, que sería reconvertido en recinto militar cuando Alfonso XI conquistó Alcalá la Real en 1341”. La totalidad del entorno estaba supeditada a la cuestión defensiva; las alquerías tenían también el papel de vigilar las líneas fronterizas, que fluctuaban al ritmo de los avances y retrocesos de los ejércitos de uno y otro bando, y proteger las rutas que llegaban desde Priego o Alcalá la Real, plazas muy importantes que estaban ya en manos castellanas. Y Rafael J. Pedregosa añade que también controlarían los pasos hacía la Vega de Granada, sobre todo a través del Arroyo de Milanos y del arroyo de los Molinos, así como los pasos naturales de la zona de las Angosturas y de la Sierra de Chanzas, en las lindes de Montefrío.

El arqueólogo y jurista Manuel de Góngora (Tabernas, Almería, 1822 – Madrid 1884) nos ofrece las primeras noticias sobre su historia en la obra Antigüedades Prehistóricas de Andalucía, que presentó en 1868:

“Viniendo del Cortijo del Castillón, no puede renunciar el viajero a visitar, en dirección de Mediodía, un altozano cortado por altísimas peñas que declinan al Sur. Descúbranse allí vestigios de muros, y dentro del perímetro, clarísimos restos de edificios. En la parte que mira al cortijo y en los llanos fronteros a él, sin duda hubo muy antigüa [sic] población. Las faldas occidentales del cerro del Castillón y un lado y otro de la senda que conduce a Montefrío, están materialmente sembrados de sepulcros. Hice practicar excavaciones encontrando esqueletos, y en ellos jarros de color claro, un pendiente de cobre, otro de bronce y un hierro para mí de uso desconocido…”.

A este siguieron otros estudios que demuestran la importancia de un territorio que empezó a estar habitado desde tiempos inmemoriales. Pero es en la Edad Media cuando Montefrío es protagonista de los episodios que tanto los historiadores y estudiosos antiguos como los contemporáneos nos han permitido conocer.

Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico-Estadístico Histórico de España (1845-1850) describía el entorno dotado de “una vegetación de robles y encinares”. Del primitivo bosque de encinas apenas queda rastro, y sólo el chaparral y los coscojales sobreviven hoy en mucha menor medida. La flora, condicionada por la geología del sistema subbético medio, crece al abrigo de rocas blandas que se alternan con amplias extensiones de olivos y campos de cereales, cultivos típicos del clima mediterráneo: muy seco en época estival, con fríos y largos inviernos en los que las lluvias se prodigan poco.

A principios del siglo XX, Manuel Gómez-Moreno añade información en su estudio Monumentos Arquitectónicos de España, y a mediados de este mismo siglo Cayetano de Mergelina realiza distintas excavaciones que le llevaron a la diferenciación de cuatro etapas históricas en esta zona: neolítica, ibérica, visigoda y árabe.

Pero volvamos al Montefrío andalusí. Con la llegada de los musulmanes, y siendo un importante punto defensivo, al igual que sus tierras vecinas, pobladas todas con sólidas fortalezas, la villa, amurallada, se dispone en una llanura nivelada de la falda del peñón que corona el castillo, desde donde se defendía y vigilaba todo acceso posible a las tierras del emirato nazarí.

Lienzo de la muralla árabe

Considerada una de las principales fortalezas de su época, fue construida cuando Montefrío se consolida como principal puesto fronterizo, y su ordenación urbana sigue los mismos patrones que sus vecinas tierras de frontera, cuya misión era eminentemente defensiva. Fue edificado en época nazarí por el mismo alarife de la Alhambra tras la batalla del Salado en 1340 [3], y tras la conquista de otras plazas importantes en los alrededores como Priego de Córdoba, Alcaudete y Alcalá la Real, se reconfiguran las fronteras del noroeste del emirato nazarí y el rey Yusuf I funda, o más bien, reorganiza Montefrío, según la crónica de Ibn al-Jatib. El castillo estaba inserto en una cadena de fortalezas que incluían las de Íllora y Moclín, que se complementaban con un conjunto de al menos 15 atalayas (Cabrerizas, Anillos, Espinar, Sol, entre otras) que lograban controlar el territorio y todos los accesos mediante señales visuales.

Aunque la arqueología ha probado la existencia de restos de época tardo-romana en el actual núcleo urbano, no existen evidencias que prueben que el castillo (hisn) se construyera en época nazarí sobre la base de otro anterior. Su ubicación contaba con la enorme ventaja de la topografía del terreno, y estaba situado en medio de dos arroyos, el de Fuente Molina y el de la Cruz Gorda. Contaba con dos recintos bien diferenciados: en la parte alta se hallaba la alcazaba, y en la inferior se situaba la villa en sí. Otras poblaciones aledañas replican este mismo patrón: Moclín, Castril o Colomera, como tantísimos pueblos y ciudades andaluzas parecen contar con un castillo a modo de centinela que velara por ellos.

En época nazarí la villa de Montefrío contaría con el recinto de la alcazaba, un arrabal amurallado para defender la población frente el asedio. Los restos que se conservan son un aljibe, un silo o mazmorra y los restos de una torre realizada con mampostería enripiada. De la existencia de las puertas que horadarían el recinto, nos queda constancia en un padrón de vecinos del siglo XVI, que señala que una de ellas se encontraba en el enclave conocido como El Fuerte, situado en las inmediaciones de la ermita de San Sebastián. Esta fue construida en el siglo XV en el actual Callejón del Fuerte, así denominado por haber contado en tiempos pasados un paño de muralla que formaba parte de la defensa del castillo. Los mayores del lugar recuerdan la existencia de unos restos en los años 50, como lo hacen algunos topónimos con la existencia de puertas en su trama urbana, como Puerta Alcalá (por estar orientada hacia el camino que conducía a la vecina Alcalá la Real).

 

[3] La batalla del Salado (1340) fue una de las batallas más decisivas contra el ultimo reino magrebí, los benimerines, que intentaba penetrar en la Península Ibérica, cuyo ejercito fue derrotado gracias a la unión de las fuerzas militares de Castilla y Portugal. En este tramo de la conquista por los castellanos, sólo quedaba el reino nazarí de Granada.

Montefrío y su iglesia castillo.

¿Cómo reacciona Montefrío ante la imparable victoria de los ejércitos cristianos, ya a las puertas del reino de Granada? ¿Qué fue de esta población en los siglos siguientes? Rafael G. Peinado nos lo cuenta:

“La villa de Montefrío se rindió a los Reyes Católicos el 25 de junio de 1486 tras la caída de Íllora y Moclín. Como en las otras villas de la comarca de los Montes, la rendición supuso para los habitantes la pérdida de sus bienes raíces y la emigración forzosa con destino a la ciudad de Granada, dejando eso sí las armas y las provisiones que hubiese en el lugar. El vacío poblacional fue compensado con la llegada de un puñado de guerreros castellanos comandados por el comendador Pedro de Ribera, caballerizo mayor de la reina Isabel I. Casi cuatro años después, por una cédula de 28 de febrero de 1491, los Reyes Católicos decidieron iniciar la repoblación con el nombramiento de los repartidores que habrían de distribuir las tierras y las casas que pertenecieron a sus propietarios nazaríes. Esa empresa repobladora fue protagonizada por unas cien familias, pero no conocemos el detalle de ella al no haber llegado hasta nosotros el Libro de repartimiento donde se registraron los consiguientes cambios de propiedad y el nombre, la condición social y la procedencia de los nuevos propietarios.

Apenas dos meses después, el 14 de abril de 1491, los Reyes Católicos empeñaron la villa y su fortaleza a don Alonso Fernández de Córdoba, señor de la casa de Aguilar y primer marqués de Priego, como prenda hasta que le fueran devueltos los ocho millones de maravedís que el noble andaluz había prestado, en dinero y en grano, a la Corona para financiar la guerra de conquista que se inició en 1482 y terminó con la capitulación de la capital del emirato nazarí a finales de noviembre de 1491.

Un día después de aquel empeño, los monarcas concedieron a dicho noble andaluz la facultad de poder impartir justicia civil y criminal en el lugar, dando paso así a un gobierno señorial que dejó un buen recuerdo entre los vecinos de Montefrío. Al menos eso es lo que se deduce de las declaraciones de los testigos que declararon en 1558 en el proceso que la villa inició para salir de la jurisdicción del Ayuntamiento de Granada.

Paseo urbano ubicado en el cementerio viejo.

Porque, en efecto, en 1531, luego de un largo proceso, la ciudad de Granada devolvió a la heredera del primer marqués de Priego los ocho millones de maravedís que su padre había prestado a la Corona castellana y recuperó también la jurisdicción sobre la villa. Los «señores Granada», título con el que solían presentarse los regidores granadinos, no dudaron en adquirir propiedades en el término de la villa y en hacer incluso «redondas» para que pastaran solo sus ganados. Esto generó la repugnancia social de los montefrieños que no consiguieron atraer a sus clientelas, las cuales se basaron sobre todo en la gente pobre (pastores y «apaniaguados»[4]) que llevaba a cabo esas y otras tropelías.

A partir de este año de 1531 comenzó una nueva etapa caracterizada por el paulatino desarrollo de las fuerzas productivas. Pero es probable que su inicio pueda remontarse diez años atrás si hacemos caso a la noticia que sitúa en torno a 1521 la reducción del privilegiado estatuto fiscal que la villa había gozado desde 1487 como señuelo para atraer nuevos pobladores. Una carta del emperador Carlos V de 31 de octubre de 1531 es, ciertamente, muy elocuente a este respecto. En ella se ordenaba al corregidor de Granada que se informase sobre la conveniencia de derribar la fortaleza, atendiendo así la petición que el concejo montefrieño había presentado a don Carlos argumentando su mal estado de conservación, su consiguiente nulidad defensiva, acrecentada por el hecho de haber dejado de ser villa fronteriza y estar situada ahora entre pueblos cuya hermandad ganaría con el derribo. Todo lo cual favorecía el crecimiento demográfico hasta quintuplicar el número de sus vecinos, que podrían ser más de quinientos.

 

[4] Persona que servía en una casa y recibía del dueño de ella habitación, alimento y salario.

Iglesia de la Encarnación cuya original estructura tiene su antecedente en el Panteón de Agripa de Roma. Comenzó a edificarse a finales del 1700, y se terminó de construir en el siglo XIX.

Por aquellas mismas fechas se acometió la renovación y la ampliación de numerosas edificaciones, lo que fue posible gracias al crecimiento de la producción y asimismo de la población, contribuyendo a que tanto las arcas diocesanas como los fondos de fábrica aumentaran sus ingresos por la recaudación del diezmo eclesiástico[5].

En la transición de la primera a la segunda mitad del siglo XVI, Felipe II vio en esta bonanza económica la oportunidad de aliviar la maltrecha Hacienda Real, permitiendo la independencia de Montefrío del Ayuntamiento de Granada, por lo que los habitantes de la villa estaban dispuestos a pagar. Aunque, al final, fue el Ayuntamiento de Granada el que satisfizo los dos millones y cuarto y mantuvo así el poder señorial que ejercía sobre los montefrieños concluye nuestro historiador.

La historia de estos pueblos nos sale al encuentro cuando paseamos por sus calles. Entonces comprendemos el porqué de su ubicación, los derroteros de su existencia, el vínculo con sus paisanos con su arquitectura, músicas y leyendas, sus fiestas y lugares de culto, su literatura… todo ello inscrito en un paisaje que habla por sí sólo.

No en vano, en 2022 Montefrío fue calificado por la publicación National Geographic, “uno de los diez pueblos con las mejores vistas del mundo”.

 

Ana Carreño Leyva

Fundación Pública Andaluza El legado andalusí

 

[5]El diezmo eclesiástico consistía en el pago como contribución a la iglesia de una décima parte de la producción, generalmente de grano u otros bienes agrícolas.

 

BIBLIOGRAFÍA

@rqueología y Territorio nº 8.
Peinado Santaella. Rafael G., “Montefrío según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada» en introducción al libro Montefrío 1752, según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada. Tabapress. Madrid, 1997.
Peinado Santaella. Rafael G., Del tiempo en que Montefrío fue avasallado por la oligarquía de Granada, engañado por el diablo y traicionado por el rey”.
Peinado Santaella. Rafael G., Financiación de la guerra y señorialización del Reino de Granada. 
Fundación El legado andalusí.  Guía Ruta de la Ruta de Washington Irving.
Pedregosa Megía, Rafael J. El castillo de Montefrío. Nuevos datos para su estudio. Estudios de Frontera 11.

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